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El Judogui y el cinturón»
El traje de JUDO se llama Judogui y se compone de chaqueta, pantalón y cinturón.
El color del cinturón simboliza el proceso de aprendizaje y crecimiento de una persona; se va oscureciendo con los años de dedicación y práctica.
En Japón, donde la constancia y perseverancia son mayores que en Occidente, los colores del cinto son tres (blanco, marrón y negro). Nosotros utilizamos siete colores y cada uno representa algo distinto que tiene que ver con lo que el alumno desarrolla en esa etapa del aprendizaje.
Una curiosidad más sobre los cinturones negros (y demás grados) en el Japón. Son diferentes los masculinos de los femeninos. Los femeninos tienen una pequeña franja central blanca.
BLANCO | Ingenuidad – pureza | |
AMARILLO | Descubrimiento | |
NARANJA | Ilusión – amor | |
VERDE | Esperanza – fe | |
AZUL | Idealismo | |
MARRÓN | Iniciación al conocimiento | |
NEGRO | Profesor – maestro |
«Quien es el sensei ?»
El maestro, el que primero se equivocó.
EL SENSEI tiene a su cargo una de las funciones más importantes de la vida social, la formación integral del individuo, en este caso, sus alumnos. No debe ser un autómata repetidor de técnicas y sistemas que otros fabrican, sino un animador de vocaciones múltiples que laten en el niño y el joven, buscando aplicaciones eficaces.
Educar debe ser una arte agradable, el Sensei formará caracteres como el escultor plasma estatuas. El que acepta la tarea de enseñar y no la desempeña eficazmente, causa un daño irreparable al judoka y por ende, a la sociedad, que le ha confiado su porvenir. El Sensei debe desenvolver en sus alumnos todas las aptitudes, pues ellas serán más tarde capacidades convergentes al bienestar propio y el de su entorno.
El Sensei debe librarse de toda imposición dogmática, enseñando a pensar más que a repetir, a crear más que a copiar.
Antes de tener en cuenta las rutinas del pasado, el Sensei deberá sugerir ideales vivos para el porvenir. Nada de metas escasas, el objetivo final es el hombre cada vez más humanizado.
Nadie educa a sus padres o a sus abuelos, sino a sus hijos o a sus nietos. Es importante pensar, que cada generación necesita adaptarse a condiciones nuevas del medio social. Educar es desenvolver la capacidad para trabajar y el derecho a la vida presupone el deber del trabajo. Al entreabrir las inteligencias en el cuerpo sano y diestro debe preverse que ellas pensaran y trabajarán en un ambiente moral donde se irán atenuando las injusticias y privilegios.
El Sensei debe conquistar el respeto con su buena conducta y capacidad. El Sensei o Maestro de Judo con sus alumnos, debe ser el ejemplo y ayudarlos a no ser los mejores del mundo, sino a ser lo mejor que cada uno de ellos puede, de acuerdo a sus aptitudes, llegar a ser. En la práctica del judo, la educación inicial en el Dojo amplía el hogar y la escuela hacia la sociedad. La simpatía y el amor pueden más que las katas, los randoris, los shiai o los atemis.
Si sostenemos que el Judo es, ante todo, educación, sus métodos y técnicas deben converger al desarrollo armónico de todas las actitudes individuales, para formar una personalidad armoniosa y fecunda, intensa en el esfuerzo, serena en la satisfacción, digna de vivir en una sociedad que tenga por ideal la Justicia.
«Que es el Dojo?»
Es el lugar del esclarecimiento, donde aprendemos el camino.
El Dojo, es el ámbito que posibilita la realización de:
* Las actividades prácticas del docente
* La expresión creadora del alumno.
* La práctica de los agentes propios del Judo.
* El trabajo y la cooperación en grupo.
* Las distintas situaciones que se planteen a nivel individual y grupal; pero sobre todo:
El encuentro que el Judoka hace consigo mismo.
Todo ello como fuente de estímulo y medio de crecimiento personal. Lo fundamental es el desarrollo de los rasgos de conducta, para constituir vidas individuales y sociales, sanos, fuertes, y útiles.
El Dojo es para el alumno y no el alumno para el Dojo, ya que éste existe únicamente cuando permite que el alumno descubra sus aptitudes y orienta su conducta, es decir, que esté regido por el principio de interacción donde, el Sensei establece relaciones interactuantes que surtan efectos en el presente y que el Judoka reciba experiencias mancomunadas proyectables en el futuro. Esto permitirá que toda su habilidad natural sea desarrollada en verdaderos procesos vivenciales, accionados por las actividades y experiencias grupales. Convertido el Judo en aprendizaje personal y social, el Dojo podrá anticipar a los niños lo que éstos devolverán a la sociedad cuando sean hombres. Todas las enseñanzas deberán ser dadas espontáneamente en una atmósfera de solidaridad y confianza, para enseñarle que todos los padres trabajan para todos los hijos.
La primera función del Dojo es demostrar que la actividad es agradable cuando se aplica a cosas de provecho. El Judoka debe aprender a trabajar jugando, entre sonrisas e incentivos: cuando el Dojo le resulte más divertido que la calle mezclando los juegos a la producción de cosas útiles, amará el trabajo, lo deseará, y al fin estará satisfecho viendo salir de la expresión de su cuerpo, cosas estimadas, como espontánea retribución de las enseñanzas recibidas.
Lleno de aire, de libertad, de colores agradables a la vista, de duchas y vestuarios limpios y confortables, de luminosidad, el Dojo empezará siendo Escuela y lugar de encuentro. Las primeras nociones morales pueden aprenderse en un ambiente de cariño, amor y de disciplina; las primeras nociones del cuerpo se aprenden jugando con él; los primeros planteos grupales se establecen en la escuela y en el Dojo, haciendo que el niño judoka se enfrente a la problemática, del encuentro con su yo y luego, a la cesión de ese yo por el nosotros. Un consejo, una caricia, un ejemplo enseñan más que un refrán aprendido de memoria; un kata bien realizado enseña más ciencia mental y corporal que cien torneos.
El Dojo será taller ateneo y templo, para la educación del cuerpo, la inteligencia y el espíritu.
El trabajo y la cultura deben desarrollarse en el el Dojo simultáneamente con la escuela.
La vida en el Dojo debe preparar para la actividad ciudadana.
Siendo el trabajo el primer deber social, debe el Dojo preparar al Judoka para cumplirlo. El perfeccionamiento de la capacidad técnica convertirá toda ejecución en un arte y todo Judoka aspirará a ser un artista en el judo y por extensión en su profesión. Al principio se educará para el trabajo no especializado, estimulando la agudeza de ingenio, el desarrollo armónico y funcional del organismo y la habilidad corporal; antes de aprender un arte es necesario adquirir el hábito del esfuerzo, que después se aplicará al desarrollo de la vocación.
Desde el Dojo debe formarse en el niño y el joven el sentimiento y la responsabilidad social, con el derecho de intervenir en la organización del Judo y con el deber de acatarla. Mediante una intensa vida social dentro del Dojo se irá formando a la par que en la escuela el futuro ciudadano, opinando y deliberando en actividades grupales, proponiendo iniciativas, señalando imperfecciones, adquiriendo el hábito de ser libre y verán. El judoka tendrá entonces, carácter, dignidad, firmeza, entrando actuar en la vida civil como un hombre y no como una sombra.
La función del Dojo además del ambiente de respeto, disciplina el aprendizaje y practica los Valores Éticos del Judo, necesita la cooperación de organismos complementarios, indispensables para el perfeccionamiento de la salud física, mental y emocional, Revisión médica periódica, fichaje y evaluación antropométrica, guía psicológica, orientación vocacional, información y educación sexual, nutrición, higiene y salud, comportamiento humano, campamentos educativos, excursiones y actividades ecológicas que le permitan al niño y al joven conocer las cosas, las energías de la naturaleza, las culturas, gentes de nuestro país o del extranjero.